La tendencia actual hacia alimentos no procesados, artesanales y orgánicos ha favorecido la comercialización de alimentos elaborados por pequeños productores que promueven sus productos bajo la consigna de ser "naturales", artesanales, preparados en forma casera o con ingredientes selectos. Muchos de estos productos se comercializan sin etiqueta o con una etiqueta que solo indica marca y tipo de producto. Así en tiendas de abarrotes encontramos infinidad de quesos embolsados, sin etiqueta, en puestos móviles dulces, mole, queso productos de alguna región del país, y en tiendas online, grupos de WhatsApp y páginas de redes sociales venta de postres, galletas, pasteles, embutidos y conservas caseras.
La ausencia de etiqueta tiene muchas implicaciones, lo evidente es que quién elaboró el producto no tiene el conocimiento mínimo de los requisitos que deben cumplirse para elaborar y comercializar un alimento, esto debería ser nuestra primera alerta para advertir que estamos comprando un alimento potencialmente peligroso, aun cuando se haya elaborado en forma casera o artesanal.
¿Por qué un alimento que no tenga etiqueta, o que la etiqueta no tenga la información completa representa un riesgo?
En nuestro país quién elabora alimentos debe dar aviso ante la autoridad sanitaria, la finalidad de este aviso es que la autoridad pueda cumplir su función verificando que los alimentos que lleguen al consumidor no representen un riesgo para la salud. Quienes comercializan un alimento sin etiqueta no han dado el aviso a la autoridad y por tanto no están verificados.
Al comprar estos productos en el mercado informal, perdemos la protección que puede y debe darnos la autoridad.
Muchos de estos productos se basan en una muy buena receta regional o familiar, pero pasar de una preparación casera a producir en mayor escala implica un riesgo y una responsabilidad completamente diferente y transformar buenas ideas, recetas caseras o artesanales a productos elaborados en mayor escala que sistemáticamente aseguren su inocuidad y la salud del consumidor, implica un proceso de profesionalización en donde la receta debe adaptarse desde la selección de ingredientes, proceso de transformación, selección de empaque, diseño del etiquetado hasta las condiciones de conservación del producto.
Si eres consumidor, te evitarás muchos riesgos si compras alimentos etiquetados y del mercado formal; y si eres pequeño productor y quieres profesionalizar tus productos, contáctanos, te asesoramos para lograrlo.